lunes, 7 de diciembre de 2009

Aquel primer amor...

Recuerdo ese sentimiento abrumador, algo neo para mí. Apenas siendo un infante, muy corta edad para sufrir semejante carga que aparentemente no solo me llenaba de placer sino que era incognoscible, inmerso en el triángulo de las bermudas sin saber siquiera como había llegado a ese lugar.
Hasta el día que la vi por primera vez, todo estaba en perfecto control. Me aglutinaba con los varones para confrontar con el genero opuesto, ´´ellas no saben jugar a la pelota y viven molestandonos´´ era parte de nuestro discurso como chicos para justificar el cotejo.
Laura en cambio, me dejaba un vacío mental al verla, completamente amielinizado, descerebrado, en corto circuito por unos segundos. Era como en las películas bélicas cuando un proyectil golpea cerca del protagonista, dejando ese zumbido propio de la sordera efímera ocasionada por el estruendo, atónito, sin acción.
Era hermana (creo que aún lo es) de un compañero de fútbol, menor que él.
Con frecuencia me sucedía que la atonía producida por su presencia, me traía problemas en medio de las prácticas. Obviamente daba razones inverosímiles acerca de mi estado porque de lo contrario sería motivo de cualquier tipo de vejación.
Mi pequeño conciente de todos modos no se rendía. Luchaba para poder retomar el control pero era imposible. Hablarle era como querer escalar el Everest atado de pies y manos. Su rededor, esos metros cuadrados aledaños a ella, me provocaban taquicardia, un nerviosismo inexpugnable y un inextricable proceder.
Añoro ese día en el que ocurrió lo impensando. Me encontraba en la puerta del club, esperando por el entrenador, en pleno coloquio con mis compañeros cuando avizore su presencia. Venía de la mano de su mamá y su hermano alejado de ellas como si tuviese edad suficiente como para trasladarse solo. En el momento que se encontraba en esos metros cuadrados en el que comenzaba a sentir la sintomatología propia en su comparecencia, deslizó su mirada hacia mí y con una sonrisa tan solo dijo: ´´hola juampi´´. Obviamente no pude contestarle, solo algunas interjecciones (ah...ehmm...ohlll) dejandome como un perfecto idiota. Completamente ruborizado, se produjo el escarnio por parte de mis crueles camaradas; la manada varonil que comenzaba a odiar de a poco.
En medio de la burla que me humillaba, sentí un silencio que me abrigó. Ese regocijo que se siente cuando sucede algo placentero, esa catarata de endorfinas que te hacen levitar y dan tranquilidad. La razón era que sabía mi nombre. No importaba el como solo el que...que sencillamente sabe mi nombre, sabe de mi existencia.
Ese mismo día me quede luego de la practica a ver su ensayo de patín para el festival de fin de año. No había forma de despegarme de esa vista.
Finalizado el mismo, tome coraje, un arrebato de estupidez y decidí escalar el Everest (hablarle).
Me acerque y ella con su espontaneidad y frescura se hizo cargo del dialogo. Yo apenas balbuceaba, lo cual generaba al instante una risa en ella. Nos quedamos hablando, no recuerdo cuanto tiempo, pavadas, cosas de chicos, hasta que su mamá me cercioró que la charla llegaba a su fin. ´´vamos Laura, despedite de tu amigo...
Ella supo mudar mi semblante producido por el llamado de su madre, dandome un beso en la mejilla. Quedé en la misma atonía de siempre pero con una sonrisa de oreja a oreja. Se alejaba y la perdía de vista pero con la tranquilidad de que volvería a verla. Fue unos de esos días que atesoro, que me quedará por siempre en mi retina. Por primera vez estaba enamorado, era eso, tan simple como eso.

2 comentarios:

  1. ¡¡Pero eso me pasó en el primer amor, en el segundo, en el tercero y hasta el último!!!!

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  2. con la pureza q tenia de chico ya no...q triste!

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