lunes, 21 de diciembre de 2009

Mejor malo conocido que bueno por conocer...

Thomas Lewis, es un reconocido medico estadounidense no solo por su vasto desempeño en el campo de la salud sino tambien como literato y ensayista.


En su título ´´la vida de las celulas´´ y para ser mas específico en el capítulo ´´germenes´´ detalla como nuestro sistema inmune actua (en la mayoría de los casos) de manera exacerbada provocando el autoboicot a nuestro organismo.


La mínima presencia de un agente extraño (patogeno o no) desencadena la paranoia en los leucocitos y su consiguiente reacción liberando lisosomas y pirogenos.

Este proceder de nuestras defensas lo encuentro inherente a nuestro accionar diario, esta reacción frente a lo desconocido.

Nuestro comportamiento, esta ´´actitud´´ de fagocitar, destruir y exterminar aquello que se nos hace incognocible. El aforismo recurrente sería ´´mejor malo conocido que bueno por conocer´´.


No solo lo limito a un sujeto, un sentimiento sino a este pánico que existe por el devenir. Lo que no podemos asimilar animicamente (en ocasiones vaga en el inconciente) lo desterramos, o lo reprimimos como si de esa manera lograramos liberarnos de ello.


Así como los leucocitos ante una capa de liposacaridos no reconocidos, entran en acción (acción paranoide) y provocan, no solo la destrucción del cuerpo extraño sino tambien una agresión a nuestro medio interno, nuestra primera reacción frente a ´´ese´´ nunca percibido, no analizado,no aprehendido genera ese terror, esa paranoia de que nuestro mundo se expande y el control y estabilidad aparente se diluyen.

¿Por qué debemos temer o al menos tomar serios recaudos sobre aquello que desconocemos?

¿Por qué pensar aquello que es extraño o mismo diferente a lo que escencialmente creemos conocer atenta contra nosotros?

El mismo terror se sujeta, y se sustenta en ocaciones en el devenir. Esa misma sensación que debemos actuar en post de un futuro que no conocemos, proyectando siempre una imagen positiva, optimista hacia el devenir. Ese ´´no ser´´ (devenir) se hace participe sobre lo real, lo que ´´es´´. Entonces dejamos de ser para no ser, en post de vivir una proyección segura de nosotros mismos. Lo desconocido de nuestro futuro, esa incertidumbre frente a aquello que obviamente nos sobrepasa y cualquier medida de cautela es insaqueblible, una mera ilusión. Así cuando nuestras defensas reaccionan de manera desmedida, nuestro accionar se desmesura frente a la totalidad, al universo (la realidad que lo que creemos ´´conocer´´ es nimio, tiende a ser nihilista) y queremos gobernar lo ingobernable, aprehender lo incognocible y es asi como nos asimos en ilusiones de nosotros mismo y del universo para hacer frente a esta paranoia de lo desconocido.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Aquel primer amor...

Recuerdo ese sentimiento abrumador, algo neo para mí. Apenas siendo un infante, muy corta edad para sufrir semejante carga que aparentemente no solo me llenaba de placer sino que era incognoscible, inmerso en el triángulo de las bermudas sin saber siquiera como había llegado a ese lugar.
Hasta el día que la vi por primera vez, todo estaba en perfecto control. Me aglutinaba con los varones para confrontar con el genero opuesto, ´´ellas no saben jugar a la pelota y viven molestandonos´´ era parte de nuestro discurso como chicos para justificar el cotejo.
Laura en cambio, me dejaba un vacío mental al verla, completamente amielinizado, descerebrado, en corto circuito por unos segundos. Era como en las películas bélicas cuando un proyectil golpea cerca del protagonista, dejando ese zumbido propio de la sordera efímera ocasionada por el estruendo, atónito, sin acción.
Era hermana (creo que aún lo es) de un compañero de fútbol, menor que él.
Con frecuencia me sucedía que la atonía producida por su presencia, me traía problemas en medio de las prácticas. Obviamente daba razones inverosímiles acerca de mi estado porque de lo contrario sería motivo de cualquier tipo de vejación.
Mi pequeño conciente de todos modos no se rendía. Luchaba para poder retomar el control pero era imposible. Hablarle era como querer escalar el Everest atado de pies y manos. Su rededor, esos metros cuadrados aledaños a ella, me provocaban taquicardia, un nerviosismo inexpugnable y un inextricable proceder.
Añoro ese día en el que ocurrió lo impensando. Me encontraba en la puerta del club, esperando por el entrenador, en pleno coloquio con mis compañeros cuando avizore su presencia. Venía de la mano de su mamá y su hermano alejado de ellas como si tuviese edad suficiente como para trasladarse solo. En el momento que se encontraba en esos metros cuadrados en el que comenzaba a sentir la sintomatología propia en su comparecencia, deslizó su mirada hacia mí y con una sonrisa tan solo dijo: ´´hola juampi´´. Obviamente no pude contestarle, solo algunas interjecciones (ah...ehmm...ohlll) dejandome como un perfecto idiota. Completamente ruborizado, se produjo el escarnio por parte de mis crueles camaradas; la manada varonil que comenzaba a odiar de a poco.
En medio de la burla que me humillaba, sentí un silencio que me abrigó. Ese regocijo que se siente cuando sucede algo placentero, esa catarata de endorfinas que te hacen levitar y dan tranquilidad. La razón era que sabía mi nombre. No importaba el como solo el que...que sencillamente sabe mi nombre, sabe de mi existencia.
Ese mismo día me quede luego de la practica a ver su ensayo de patín para el festival de fin de año. No había forma de despegarme de esa vista.
Finalizado el mismo, tome coraje, un arrebato de estupidez y decidí escalar el Everest (hablarle).
Me acerque y ella con su espontaneidad y frescura se hizo cargo del dialogo. Yo apenas balbuceaba, lo cual generaba al instante una risa en ella. Nos quedamos hablando, no recuerdo cuanto tiempo, pavadas, cosas de chicos, hasta que su mamá me cercioró que la charla llegaba a su fin. ´´vamos Laura, despedite de tu amigo...
Ella supo mudar mi semblante producido por el llamado de su madre, dandome un beso en la mejilla. Quedé en la misma atonía de siempre pero con una sonrisa de oreja a oreja. Se alejaba y la perdía de vista pero con la tranquilidad de que volvería a verla. Fue unos de esos días que atesoro, que me quedará por siempre en mi retina. Por primera vez estaba enamorado, era eso, tan simple como eso.

jueves, 3 de diciembre de 2009

la cuestión obligada

La llegada del último mes del año invita al festejo. No solo las acostumbradas festividades, como ser navidad y año nuevo, sino cenas y reuniones que cierran el año social, laboral y afectivo si se quiere.


Pero es habitual que esta ´´invitación´´ se torne en una cuestión obligada. Es lo acostumbrado y como buenos animales de costumbre que somos nos amoldamos a la situación. Suele darse que por conflictos propios de las relaciones, el festejo no sea tal. No hay ´´que´´ festejar pero la cuestión obligada, lo impuesto por la costumbre, hace que debamos hacer un brindis por el momento acaecido.

Lógicamente, la cuestión obligada radica en la costumbre. Esta ley que debemos cumplir, porque suele ser lo ´´acostumbrado´´. No hay mucho que cuestionar en la costumbre, que rige nuestra vida y no es que la costumbre se pierda a lo largo de la historia sino que cambia, se transmuta.
En el lúcido encuentro con Nietzsche en ´´Nietzsche y la ilustración´´ los autores lo citan desde la creatividad de sus ideas y no partiendo la genialidad de sus obras a piachere.
La costumbre según Friedrich ´´es´´ per se, no desde un punto de vista utilitarista (algo que simplemente nos sirve) sino desde el poder, si la tradición asi lo dictamina deberá ser cumplido.
La costumbre no solo destruye al espíritu libre sino que en ocasiones es desterrado por apartarse de lo acostumbrado (lo espontanéo, lo impredecible, lo movible en un principio era considerado, lo ´´malvado´´ (amoral). Si alguien decide no pasar las festividades por cualquier razón que la misma tenga, la mirada puesta en esa decisión despierta ese encasillamineto que tiene nuestro orden cognitivo y en consecuencia la costumbre estalla en sentencias como ser: ´´debe estar deprimido´´ ¿que le habrá pasado? ¿Por qué sencillamente no se acopla a lo acostumbrado, a lo que debiera ser?
La realidad es que esta usanza del hombre, de celebrar tradiciones, la vida, la muerte, la naturaleza misma, es parte nuestra; negarla sería ´´no ser´´. Lo que si podemos hacer ante la costumbre es no sentirnos obligados ´´a ser´´. Es lo que podemos modular, cuestionar o simplemente rechazar, pero finalmente nos vamos a ver subyugados por ella misma a través de otra, despreciamos una costumbre para adoptar otra. En definitiva somos animales de costumbre y de rutina y la hemos hecho necesaria a través de nuestro tiempo, por más que querramos sentirnos espíritus libres somos parte de un todo y lo necesitamos. La cuestión obligada se hace sencillamente insoslayable y una vez más levantaremos las copas diciendo, ´´Feliz navidad´´, Feliz año nuevo´´ y lo haremos como es costumbre.