domingo, 21 de febrero de 2010

Nada de que preocuparse

Pasados mis cuarenta años me invadió una ráfaga de sentimientos de enajenación, iracundos. Raro en mi ya que mi característica era la antípoda, tranquilidad, templanza, estabilidad emocional, un verdadero apolíneo.
El encono residía en la realidad, me encontraba molesto, con cierta pesadez que me envolvía y convertía la gravedad en algo mas que 9,8 m/seg2.
Tal vez era la vida mecanizada que llevaba, la rutina que cuidaba como bien preciado. Nunca había sido un transgresor, ni tampoco quería serlo. Los interrogantes aparecían, la incertidumbre era la protagonista de la escena. ¿Donde había quedado mi seguridad frente a la vida? ¿Donde había quedado esa topadora que arrasaba con todo? Había logrado cosechar futuro a todo nivel...Trabajo, familia, amigos y placer. Tenía una vida que la mayoría envidiaría. Hasta este momento no había dudas que me encontraba dispuesto a llegar a mi felicidad y hacer feliz a mi rededor.
Sin embargo parecía servir de nada, todo esto que era existencia. Me molestaba cualquier acción, Ser parecía una tarea agotadora. Residía ahora en mi una voz que gritaba y vociferaba pero sin entender lo que decía. No encontraba razón en todo esto, lo cual lo hacía aún peor. No entendía. No lograba traducir, había cambiado el idioma mi conciente...no me reconocía.
¿En que me había convertido? ¿en un esposo? ¿en un padre?
Lo único que dilucía y pronosticaba era soledad. Mi montaña aunque estaba lejos, lograba divisarla. ¿Necesitaba mis diez años cual Zaratustra?
Los cuestionamientos seguían invadiendo mi cabeza. ¡Una cruzada que no había forma de parar!
Y la responsabilidad radicaba en mi....no tenía que buscar culpable. Mi espíritu había quedado relegado gracias entre otras cosas a mi cobardía.
¿como me reconcilio con mi voz, con mi libertad, con mi espíritu...con ``Zaratrusta``?
Ahora mi pregunta es...
- ey !!!, t fuiste!, ¿en qué pensás?- preguntó mi mujer.
-eh...mm nada...no t preocupes.
- en serio?
-Si si, no hay de que preocuparse.