sábado, 29 de mayo de 2010

Epifanía

Me encontraba oculto. Recluido y preso debido a una enfermedad (definida por algun eponimo) que habia borrado mi ´´disco rigido´´. Mi mente se encontraba en blanco, mis recuerdos se entrelazaban aleatoriamente como subversivos de mi orden cognitivo. Tenia que enfrentar la realidad y volver a encauzar mi historia, hacerla inteligible.
Fue cuando decidí salir de esta ´´prisión´´y conocer algo mas que mi propia sombra, cuando avizoré un gentío en las escalinatas de un edificio. Reunidos a cielo abierto como se disponían las ágoras de la Grecia antigua.
Me acerque para sumarme, ser parte de este gregarismo. Existía mucha cordialidad y la invitación permanente a seguirlos, adentrarnos a este antiquisimo edificio. Era lúgubre y el aire estaba viciado de humedad. Lleno en su totalidad por imagenes que remitían a otra época, otro tiempo. Renacentista conceptualizaba mi cabeza. La que mas acaparo mi atención era la escultura colgante que se disponía al final del recinto, en la que el próximo orador haría incapie una y otra vez.
Como era de esperarse apareció esta voz, este fabulador que no paraba de contar historias como queriendo enseñar. No eran de su invención. Sus cuentos se hallaban en un libro cargado de misticismo (al menos eso dejaba claro este guia secular). Sin embargo estas ´´parábolas´´tenían una marcada historicidad, ontologicamente apofánticas.
Peculiarmente vestido, sus arapos lo distinguían de la misma manera que los mancebos que acompañaban a este gurú, maestro, jefe o líder secular.
Su discurso versaba entre historias del mítico libro y la invitación permanente a la celebración. Empero esto no se correspondía con la energía del ambiente. Se respiraba ascesis con el agregado de una expiación colectiva. Había mucha culpa muy a pesar del discurso de este patriarca (la caracterización mas acertada, era un padre hablando a sus hijos)
Lo siguiente fue una convocatoria del patriarca al séquito, que se acercaran a él. Al unisono de un canto mostraban que la acústica de lugar era maravillosa.
Por razones obvias me mantuve al margen de esta invitación, no estaba interesado en lo que podría ser un suicidio en masa.
Lejos de suceder alguna tragedia, este ´´padre´´ los alimentó. Les dio una pequeña ración a cada presente. La dádiva se masticaba y tragaba vergonzosamente con este reiterado aire de expiación.
Finalmente y de manera ocluyente, incito a todos a un próximo encuentro diciendo exactamente la siguiente linea:
´´la iglesia esta abierta para todos en cualquier momento, pero es nuestro señor que en su misericordia y humildad nos demanda tan solo un día en la semana´´
La iglesia?...me pregunté...etimológicamente advenía de mi mente ekklesia que en griego quiere decir comunidad reunida en asamblea. Nada me decía al respecto.
La verdad acontecía: me encontraba en una iglesia propiamente dicha (un templo me remitía al paganismo, que no era el caso). El guru, líder, jefe, patriarca era un cura que predicaba en su misa dominical. Yo era un feligrés más, lo había sido y lo seguía siendo. Mi fe se encontraba expresa y la recuperaba a través de esta maravillosa epifanía.

martes, 18 de mayo de 2010

El miedo fuerza motriz...

Cuantas veces hemos escuchado en boca de personas cercanas a nuestro circulo o aquellas calificadas para propinar estas lineas:

´´lo que debes hacer es sacar aquel miedo...para seguir adelante´´
´´Debes enfrentar tus temores para lograr tus cometidos´´
´´No debes dejar que tus miedos dictaminen tus acciones´´

Podemos seguir y seguir citando frases que den la idea que el temor hay que desarraigarlo de nuestro ser, de nuestro inconsciente; sin embargo no es la finalidad de este acotado ensayo.
Como tampoco es menester de este hacer una ´´taxonomía´´ de nuestros miedos (no creo ser el indicado para hacerlo) sino cuestionar o tratar de racionalizar el ¿porque tenemos tanto miedo a nuestros temores? o buscar la reflexión que en este caso será sumamente subjetiva (sujeta a mi pensamiento)
Mi mirada a este cuestionamiento se enmarca en principio a la cualidad de nuestro ser, que es que somos seres temerosos. Dentro de infinidad de pasiones que al parecer subyugan al logos (la razón) el temor se centra para no dejarlo actuar en ocasiones. Como tal, esta cualidad, debería ser imposible de desterrar ya que nos define o caracteriza como seres humanos.
Siendo así, encuentro una finalidad a nuestros miedos. Nuestros mas profundos temores son causa de una fuerza motriz ( la nuestra) que permite nuestra supervivencia. Es el miedo a la muerte lo que nos vitaliza, lo que logra la mágica perseverancia hacia la adversidad.
El miedo a la soledad, es lo que lleva a convertirnos en seres sociales, a buscar el amor, o la empatia con el otro. Temer a quedar fuera de cualquier tipo de sistema lo que lleva a sistematizarnos.
¿Vivir bajo el velo del miedo no lleva a nuestra preservación?
Ahora bien donde se centra la verdadera acción de enfrentar el miedo, cualquiera sea. El altruismo o mismo los hechos aislados que erróneamente dan la idea de disolución del miedo, son lisa y llanamente jerarquías del miedo. Esto se explica con dar la vida por otra. Cuando nos encontramos por ej con una madre da la vida por su hijo. Es mayor el miedo a la perdida del primogénito que el miedo a la perdida de la propia vida de la progenitora.
En síntesis el miedo, nuestros mas profundos temores son expresión de que estamos vivos y son nuestro vehículo para ser lo que somos.
Sentirnos no coaccionados por el miedo nos da esta ficticia idea de liberación ya que bien sabemos que siempre están allí para velar por nuestros cometidos.
Un hombre sin miedo, de ningún tipo me animaría a decir que no existe y o en su defecto esta muerto.